viernes, 14 de septiembre de 2007

¿IZQUIERDA CAVIAR O SOCIALDEMOCRACIA?

Aqui les dejo la ponencia casi doctoral del buen amigo y compañero Brando, espero que la disfruten y que le despierte algunas reflexiones:
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¿IZQUIERDA CAVIAR O SOCIALDEMOCRACIA?

Agradezco la oportunidad y el espacio que nos brinda la fundación Voz Alternativa, agradezco a los organizadores de este seminario y estoy seguro que así como a mí se me da la oportunidad de hacer patente mi voz y mis propuestas sobre los retos que tenemos que vencer, de igual forma y en un momento cercano mis compañeros y compañeras que hoy se encuentran enfrente, pronto estarán ocupando este espacio. En este momento sólo espero ser un digno portavoz de una generación plural que busca abrirse espacio en el generoso mundo de la nueva política.

Cuando me plantearon el título de la presente mesa de trabajo, (¿izquierda caviar o socialdemocracia?), me pareció de entrada una pregunta que podría resolverse observando al interior de nuestra casa, que un acto de honestidad sería suficiente para conocer y reconocer las tentaciones y los errores en los que comúnmente caen las instituciones políticas.

Como dato cultural, el concepto de izquierda caviar obedece a una terminología acuñada por un francés de nombre Daniel Benoits y que hace referencia a una gauche champagne que son los políticos de izquierda radical de buena familia, dado que el caviar es muy caro y hace referencia a una vida de lujo. Para México este término nace en los 80’s como una referencia directa a izquierdosos ricos, que ansían pertenecer a los círculos de poder progresistas, de los ámbitos económicos, culturales o políticos.

Pero bueno, además de estas definiciones que parecen ser contundentes, quizá podríamos colocar estos conceptos en un contexto específico, el nuestro, el de la sociedad mexicana y así podríamos entender mejor cómo funciona y cómo podemos combatir a la izquierda caviar y a otros males, frente al pensamiento y la acción socialdemócrata.

Disculpen si para explicar esta dicotomía empleo situaciones que resulten muy sencillas e incluso ligeras o hasta obvias, pero tengo la certeza de que el concepto de Socialdemocracia en México, en especial el de socialdemocracia partidista, aún es muy incipiente, no obstante que en las recientes elecciones un partido que asume el nombre y apellido de socialdemócrata haya conservado su registro contra todos los pronósticos. En concreto, me refiero a que no se ha logrado generar una empatía que termine de consolidar el concepto socialdemócrata entre la ciudadanía, especialmente la más pasiva, una ciudadanía que aún no sabe bien a bien con qué se come y qué beneficios puede traer a nuestra sociedad; si bien ya es reconocida dentro un sector muy bien delimitado, aún es incipiente para el resto. Por lo tanto, si caracterizamos correctamente a las distintas fuerzas que hoy deambulan en el espectro político nacional, podremos definir con mayor precisión el momento por el que atraviesa la joven socialdemocracia mexicana.

Norberto Bobbio hace referencia a una situación muy didáctica en su libro “el futuro de la democracia”. Bobbio nos dice que “el socialdemócrata está entre dos fuegos” que siempre se ha encontrado entre dos fuerzas en permanente combate. Por un lado, una izquierda que siempre le ha reprochado al socialdemócrata el haber aceptado un modus vivendi con el capitalismo y el no buscar a toda costa el objetivo de una sociedad socialista, una izquierda que en palabras de Ugo Pipitone se conforma de “una complejidad en que confluyen nacionalismo-revolucionario, liderismos (más o menos) carismáticos, masas organizadas dentro (o muy cerca) del estado, el “pueblo” como referencia litúrgicamente indiferenciada, un no grande interés (excluyendo el aspecto declarativo) en las reglas de la democracia y cierta tolerancia sistémica a la segmentación social y a la corrupción institucional.” Por otro lado, una derecha para la que el Estado benefactor está al borde del fracaso y que en cualquier momento podría caer en una especie de totalitarismo, por lo que prefiere ver la relación entre gobierno y gobernado de una manera esquemática como la plasma Schumpeter, en donde “el líder político es un empresario –cuya ganancia es el poder, cuyo poder se mide en votos, cuyos votos dependen de la capacidad de satisfacer a los electores y cuya capacidad de respuesta a los electores depende de lo recursos públicos de los que pueda disponer- y quizá, para nuestro contexto específico un tercer contendiente, que detentó el poder durante mucho tiempo y sentó las bases de una política perversa dispuesta a perpetuarse, y que aunque ya tiene los días contados y se encuentra conectado a un respirador artificial, aún trata de echar raíces insertándose en organismos nuevos a los que enseña sus viejas prácticas para corromperlos.
El socialdemocrata en su afán por querer poner de acuerdo a los contendientes, sólo los hace enojar más y lo que es peor –y esto ya es una deducción personal, no de Bobbio-, los contendientes intentan asignarle un rol al socialdemócrata, un rol que deberá jugar dentro de la contienda con la intención de poner la balanza a favor de uno o de otro y en algunos casos hasta de los tres, es decir, que simula favorecerlos, lo cual si bien le puede traer beneficios inmediatos, también la hará perder su legitimidad en la contienda.
Por lo tanto, al socialdemócrata no le queda más elegir alguna de las siguientes opciones:
1. Elegir entre uno de los contendientes y jugar a favor de él, corriendo el riesgo de volverse un personaje secundario o terciario en la contienda,
2. Elegir entre uno o varios de los contendientes y jugar a favor de ellos, simulando que conserva su perfil de socialdemócrata, ¡pero en realidad ya no lo es!, solo intenta conservar un status, pero se verá deslegitimado por el hecho directo de simular, y
3. Si no apoya a ninguno de los contendientes, éstos tratarán de excluirlo y quizá busquen eliminarlo de la contienda, para entonces poder agarrarse a gusto. Ante esta opción la respuesta es casi univoca, él socialdemócrata debe tomar las riendas y participar en la contienda de manera directa, intentando convencer ¿por qué la razón que él expone es la más conveniente?, lo cual implica además, generar ideas y propuestas diferentes a las que tienen sus contendientes, dado que, entra a una contienda desigual en cuanto a recursos, pero favorable a él gracias a su legitimidad.

Analicemos pues, estas tres opciones y quizá encontremos algunas similitudes con nuestro actual sistema de partidos:

Primer escenario “Política sin dignidad”
En este escenario él socialdemócrata se decide por alguno de los contendientes y juega a su favor, pero pierde la esencia que le permitió diferenciarse de ellos ¡casi de inmediato!, los principios teóricos y las luchas emprendidas pronto dejan de tener significado, y a menos que construya una situación programática que le permita tener la misma oportunidad de colocar en una plataforma sus ideas, el socialdemócrata pasará a ocupar un lugar secundario o terciario dentro la escena y aquellos estatutos y principios de acción en los que plasmo defender una idea de socialismo democrático no serán más que letra muerta. A los ojos de la ciudadanía habrá de convertirse en una especie de satélite que solo orbita con la esperanza de recibir alguna dádiva que le permita seguir un curso impuesto. Ejemplos de estos tenemos muchos.
De la izquierda caviar que elige orbitar aquí, podemos decir que es la más torpe o la menos inteligente, dado que pierde su legitimidad a cambio de nada, (y la legitimidad hoy en día para un político y en especial para un o una socialdemócrata ¡lo debe ser todo!), es el menos inteligente porque pierde su capacidad de operación y difícilmente podrá salir de este escenario, pierde la fuerza de su voz, y ya no querrá ser escuchado, ni siquiera por sus supuestos aliados. Lo único que habrá obtenido a cambio serán algunas prebendas propias de un acuerdo de esa calaña, jamás podrá aspirar a construir un cambio real en la sociedad y mucho menos tendrá el reconocimiento de la población a la que llegue a gobernar, con suerte conservará un estatus dentro de una apolillada clase política. Este primer escenario para una alternativa con dignidad y amor a su lucha, debe ser desechado de facto.



Segundo Escenario “Política sin moral”
Al que elige la segunda opción, aquella en donde apoya a uno o más de los contendientes, y simula seguir representando la bandera de la socialdemocracia, lo hace por lo regular en nombre de una “política eficaz”, aquella que es buena porque le ofrece “buenos resultados” en un corto o cortísimo plazo, una esencia que Sánchez Vázquez denomina como “realista” o “pragmática”, incluso quienes eligen esta opción, antes de participar en la vida política se han valido de espacios de la sociedad civil para enjuagar su desaseado camino, pero solo superficialmente, por lo que se termina manchando el nombre de muchas organizaciones que han luchado honestamente por defender los derechos humanos, el ambientalismo, la transparencia, la equidad y un sin fin de causas. Es aquí donde anida la izquierda caviar en todo su esplendor, ¿Qué por qué es tan eficiente?, pues por que le gusta este escenario, se siente cómoda simulando, se siente bien al ir haciendo acuerdos con tod@s y con cualquiera en nombre de la socialdemocracia, le gusta jugar el rol que se le asigna, el de una institución alcahueta que aplaude las acciones de un estado autoritario y hace las veces de aval y de golpeador –por no decir, de pelele- de los partidos tradicionales en nombre de un supuesto progresísmo, que no es más que la inserción de las viejas formas en nuevas entidades.
Es una izquierda rodeada de personajes que ambicionan llegar rápido a la cima, y que a su vez se ve rodeada por otros aún más oscuros que van saltando de partido en partido, perfeccionando viejas prácticas; una izquierda que no entendió que se trata de una carrera de resistencia no de velocidad, una izquierda que cree que los medios justifican el fin, pero que han olvidado que llegar al poder no es la finalidad en sí, sino es apenas el medio para lograr un bienestar social y una plataforma de igualdad que proporcione tod@s las mismas oportunidades.
Pensándolo bien, quizá esta izquierda caviar sea más falaz que la primera opción, pero al mismo tiempo esta opción es la menos clara en el corto plazo, dado que al construir sus acuerdos en la simulación construye también un desequilibrio que pronto le hará perder el piso. Los triunfos de esta izquierda aunque rápidos, se habrán vaciado de contenido moral y de valores y serán contados, dado que se trata de una izquierda que nunca entendió que las puertas del poder son anchas, muy anchas, pero también muy bajitas, y para personajes tan altos y de tanta alcurnia como ellos y ellas, será imposible atravesarlas. Cuando esto haya sucedido se quedarán solos y quizá se planteen orbitar alrededor de alguna opción tradicional, si es que ésta les da cabida todavía. Sin duda uno de los retos de nuestra socialdemocracia es combatir las prácticas de la izquierda caviar que les acabo de mencionar, y ¡que sí no lo voy a negar, hoy por hoy se hacen presentes en cierta medida dentro de alternativa y es justo lo que queremos combatir!

Por último, la opción más difícil, pero quizá la más gratificante:

Tercer escenario “El paradigma de la ciudadanía”
M. Bloch un historiador judío que murió víctima del odio nazi durante la segunda guerra mundial, y que fundó la Revista Annales de la Historia, solía decirle a su colega Lucien: “No te sonrojes si te digo que somos el paradigma del futuro”, y es ése justamente, el paradigma que plantea la tercera opción.
En el tercer escenario, el socialdemócrata no apoya ninguno de los contendientes, ¿por qué?, pues porque no le convence los que estos proponen, ni en sus ideas ni en sus formas de llevarlas a cabo, no es que sea purista o inmaculado, es que simplemente no fueron los argumentos lo suficientemente congruentes para que así fuera, entonces los contendientes deciden eliminarlo, por lo que la única opción viable que le queda es la de la acción directa, de pasar de ser un espectador de la discusión, a convertirse en un ágil esgrimista, lo cual no es cosa menor, pues implica tener clara la postura que defiende y firmes los valores que lo impulsan. En pocas palabras, no se queda esperando a que el cambio se genere, sino que será él mismo quién lo construya a partir de participación activa. Evidentemente este esgrimista es una metáfora de los que aquí estamos, solamente nosotros y nosotras seremos quienes rompan con la inercia perversa, dentro de un sistema tan viciado como lo es el sistema político mexicano. Ese es el paradigma que se le impone a una ciudadanía que va despertando del letargo y que se hace cada vez más consciente y activa. Que se hace cada vez más libre Por lo anterior estamos llamados a romper, a quemar las naves, sí en verdad queremos ser el paradigma de ese futuro que ya no nos espera más el trote lento de la democracia, entonces tenemos que ir a un choque con las viejas formas de cambiar los cursos, tenemos que ir a un enfrentamiento directo con las clientelas, con los corporativismos, con las prebendas, con las promesas de grandeza y con los “amigos del pueblo”, no hay otro camino más que la confrontación directa de las ideas, pues en ese terreno los demás contendientes están perdidos.

Dejando de lado el ejemplo y para redondear; el bocado que significa hoy la socialdemocracia mexicana no es cosa menor, imagínense lo que refleja una institución nueva que se enfrentó a todas las viejas prácticas, que superó los obstáculos (incluso los autoimpuestos) y que logró que más de un millón de ciudadan@s concientes de lo que hacían votarán por ella, que botín tan preciado para alguien que busca legitimidad después de haberse manchado las manos una infinita cantidad de veces, creyendo que así podrá lavarlas. Por eso, algunos quieren subirse al barco, agregarla a sus iniciales, en su defecto comprarla a quién tenga la conciencia ligera o adquirirla por la vía del agandalle, y no importa si son de derecha o de izquierda, nuevos o viejos, rojos, amarillos o azules.

De ahí, que resulta fundamental defenderla hoy más que nunca de una izquierda caviar que ha caído en la tentación de ponerla a la venta a cambio de espejitos. Porque aun siendo ostentada por algun@s como un título adquirido con el menor esfuerzo, la socialdemocracia debe ser una condición que se gana con esfuerzo y con lucha y que se refleja en la acción cotidiana, así pues, en el largo camino que le queda dentro de nuestra vida política siempre deberá conservar en su carácter: la legitimidad, la congruencia y la transparencia, a través de una ciudadanía consciente de sus derechos y obligaciones. Solo entonces nosotr@s habremos logrado romper el paradigma.







Brando Alan Flores Peréz


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